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viernes, 7 de agosto de 2015

El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon (parte 1)

Páginas 13 - 25 (última actualización en marzo de 2019).

Parte 1: Sobre la guerra, las bananas y los cielos de Londres.          




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Llega un grito a través del cielo.  Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con qué compararlo(página 13) 


Lo que ruge en el cielo no es otra cosa que un cohete V alemán. Comienza la evacuación en unas calles londinenses asediadas por el bombardeo. Sabemos que la acción ocurre en Londres, sabemos que ocurre en 1944, sabemos que hay una guerra, aunque el escenario descrito es atemporal y cataclísmico y bien podría situarse en cualquier minuto del tiempo y referente a cualquier amenaza humana, interplanetaria o celestial. A nadie sorprendería que en lugar de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, la acción se desarrollase en un Los Ángeles retrofuturista del 2019.

Los Angeles City. Blade Runner (1982)


















Y lejos de diluirse, al avanzar en la lectura la sensación de que los hechos ocurren en el futuro más que en el pasado se acentúa cada vez más. La vista y el oído son los sentidos que utiliza el narrador para conseguir ese efecto de velocidad, la sensación de que todo se mueve a pesar de que los personajes sean sigilosos y ciegos en la noche. Sonidos, olores, imágenes que se mezclan para describir ambientes intensamente vívidos;
"Algunos  esperan  solitarios,  otros  comparten  sus  cuartos  de muebles invisibles. Sí, invisibles, ¿qué importa el mobiliario en este estado de cosas?.Bajo los pies cruje la mugre más antigua de la ciudad, las últimas cristalizaciones de todo lo que la ciudad negó a sus hijos, todo aquello con que los amenazó y que le sirvió para mentirles." (página 15)

Ya desde un principio se revela la finalidad de los hechos en ese escenario, cada decisión, cada movimiento tiene un objetivo que ha de ser cumplido a toda costa. Más que como supervivientes, los evacuados son descritos como bienes o cosas que el protocolo dicta poner a salvo. No hay heroicismo en el proceso, no hay banderas ondeando al viento. Los evacuados lo son porque en todo el conjunto de reglas y estrategias de la guerra, alguien ha decidido qué y por qué debe ser salvado. Desde el principio queda muy claro que no son los hombres sino la guerra lo que realmente importa


La introducción al escenario bélico de refugiados y desastre se extiende por un par o tres de páginas. Hasta ahora todo es claro y sin contratiempos. Por lo pronto las ya famosas "disgresiones espaciotemporales" de Pynchon no se divisan todavía, y en la página 16 el narrador introduce a su primer personaje a la manera tradicional. Aparece entonces el capitán británico Geoffrey Pirate Prentice

Asediados por el bombardeo, Prentice y sus hombres permanecen junto a otros supervivientes un hotel abandonado a las afueras de Londres. Allí viven, duermen, esperan, transitan, allí resisten a los bombardeos nazi a fuerza de bananas. Sí, de las bananas. Porque Prentice además de ser un agente de la Special Operation Executive (SOE), de ser un experto escrutador de los cielos de Londres y una valiosa y extraña arma de guerra, es también un excelente cocinero de bananas;  

"Pirate se había hecho famoso por sus Desayunos de Bananas. Acudían  en  tropel  compañeros  de  rancho  de  toda Inglaterra, incluso algunos alérgicos o manifiestamente hostiles a las bananas, sólo para contemplar cómo la acción de las bacterias junto con el entrecruzamiento  de  anillos  y  cadenas subterráneos formaba una maraña que sólo Dios habría podido desenredar, y hacía que los frutos  se  desarrollaran  hasta  una  longitud  de  cuarenta  y cinco centímetros. Sí, asombroso, pero cierto." (pg. 17)

Los famosos desayunos de bananas del capitán congregan a sus compañeros de guerra. El rito no es otra cosa que una ilusión de la normalidad para Prentice y los suyos: decenas de hombres inclinados sobre sus platos, concentrados en el aroma de los deliciosos frutos, olvidando por unos minutos el hacinamiento, el frío, los cohetes que caen desde el cielo.

"Ahora  se  esparce  por  las  habitaciones,  reemplazando  el habitual olor del humo, del alcohol y del sudor de la noche, la frágil y musácea fragancia  del  Desayuno:  florida,  penetrante, sorprendente,  más viva  que  el  color  de  la  luz  del  sol  invernal, tomando  posesión del  ambiente []¿Existe alguna razón para no abrir todas las ventanas y permitir que el agradable olor cubra todo Chelsea? ¿Como un conjuro contra los objetos que caen de lo alto…?(pg. 23)



   





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