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martes, 4 de agosto de 2015

Pynchon, El arco irirs de gravedad; a que no hay huevos

- A que no hay huevos de leer a Pynchon en el metro.
- No...no.


Pynchon; maximalista, enciclopédico, paranoico, excéntrico, laberíntico, sumamente sensorial. Pynchon es la clase de escritor a la que la mayoría llega con temor. Su nombre se asocia a una larguísima lista de atributos que abarcan desde el simplemente genial hasta el francamente infumable, muy común este último en lectores entusiastas que espoleados por la crítica especializada y los cada vez más numerosos devotos pynchonianos, se adentran sin paracaídas ni red en los extraños vericuetos de este misterioso oriundo de Long Island.

Elevado por algunos al mismísimo nivel de Melville o Joyce, Pynchon es blanco de una avalancha siempre creciente de elogios. Cumple excentricidades incluidas— con todos los requisitos para ser considerado un autor de culto. Y mientras la crítica y los círculos intelectuales no escatiman en ponderaciones, nosotros vivimos presos del temor, observando casi siempre desde lejos, casi siempre desde otros ojos el enorme tamaño, la increíble estructura, la supuestamente inalcanzable complejidad de la demoledora maquinaria pynchoniana.

Y la verdad es que Pynchon no es fácil, no, sobre todo porque la belleza de sus creaciones tiene mucho que ver con ese estilo de científico loco que ha dado por fin con la fórmula para hacer que el mundo explote. O mejor, de que otro haga explotar el mundo para que él pueda escribir más de mil páginas acerca de ello. Con Pynchon hay que andarse con cuidado. 

Y sí, yo también tuve mi deserción. Evento que coincidió, justo, con la primera de las novelas de Pynchon que cayó en mis manos: Mason y Dixon (1997). Su considerable envergadura y mis intereses literarios de por aquel entonces hicieron que postergara su lectura para momentos más oportunos. Mason y Dixon vagó por entre las estanterías durante años. Vio amaneceres y anocheceres, me acompañó en tres pisos, convivió conmigo en dos capitales europeas y hasta resistió a la terrible reducción de mi biblioteca del año 2009... y todo para acabar capitulando en la página 500, justo en medio de la epopeya de sus protagonistas.

Mason y Dixon ejerció en mi los efectos de una vacuna. Inmunización lectora total. Por mucho tiempo ni me planteaba la idea de volver sobre este autor, pero un artículo escrito para página 12 por Rodrigo Fresán, hizo que me lo pensara dos veces. No dejaba de pensar de que tal vez Mason y Dixon  no había sido el mejor punto de partida, que lo mejor habría sido comenzar con algo un poco más modesto. Algo como Un lento aprendizaje (1984). Un compendio de cuentos del que, haciendo honor a su nombre, todos podemos aprender, y mucho.

Trampa, pensará más de alguno. El Pynchon de Un lento aprendizaje no es el mismo de Mason y Dixon ni mucho menos el de El arco iris de gravedad. Y eso es cierto, aquí y allá no todo Pynchon es el mismo Pynchon. Pero en su justa medida es una excelente alternativa para introducirnos poco a poco en sus territorios. Y en serio, sería un error quedarse fuera.


Con Un lento aprendizaje todo comenzó a tener sentido, tanto así que en el acto uno de sus relatos pasó a formar parte indiscutible de mi selección de cuentos favoritos; Entropía:
"Y de pronto, como si viera la conclusión única e inevitable de todo aquello, se acercó con rapidez a la ventana antes de que Callisto pudiera decir nada; arrancó las cortinas y rompió el cristal con dos manos exquisitas que retiró ensangrentadas y brillantes de esquirlas; y se volvió para mirar al hombre tendido sobre la cama y esperar con él el momento en que se alcanzara el equilibrio, en que hubiera 37 grados Fahrenheit dentro y fuera, y para siempre, y el inmóvil y curioso factor dominante de sus vidas separadas se resolviera en una tónica de oscuridad y la ausencia definitiva de todo movimiento".
Un lento aprendizaje cuenta además con algo interesante, la introducción. Escrita por el propio autor a modo de autoanálisis crítico y ejercicio literario en retrospectiva. En ella explica el origen y la evolución de esos cinco relatos de su juventud, la sensación que le produce abordarlos años más tarde, y donde además suelta algunos valiosos consejos para aquellos que se inician en eso de escribir cuentos en serio. Un Pynchon metódico, claro, amable. Un Pynchon, sin cara de Pynchon.

Luego de repetidas lecturas de esta selección de cuentos (otro que me encanta es La integración secreta) el acercamiento a Pynchon se vuelve mucho más amable y placentero. Luego vinieron la Subasta del lote 49 y Vineland. Pero el desafío más grande hasta ahora (y la razón de esta nueva entrada), es El arco iris de gravedad (1973). Y digo desafío porque...Pretendo ir dejando aquí mis impresiones sobre lo leído. Estructurar una especie de reseña o de "Cuaderno de lectura" que abarque la totalidad de la novela. Mi registro escrito y personal del largo viaje a lo desconocido.

El periplo será, por descontado, largo. Puede que difícil, incluso podría quedar inacabado. Todo puede suceder. Pero me apetece mucho intentarlo porque ayer nada más comenzar su lectura Pynchon me ha recordado por qué vale la pena leer y releer frases como estas:
"Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con qué compararlo" (página 13, Fábula 2012)
"Algunos esperan solitarios, otros comparten sus cuartos de muebles invisibles. Sí, invisibles, ¿qué importa el mobiliario en este estado de las cosas? Bajo los pies cruje la mugre más antigua de la ciudad, las últimas cristalizaciones de todo lo que la ciudad negó a sus hijos, todo aquello que los amenazó y que le sirvió para mentirles. Todos han oído una voz que cada uno creía ser el único en escuchar" (página 15, Fábula 2012)
En la próxima entrada entregaré más detalles acerca de cómo se desarrollará este proyecto. No tengo muy claro hasta dónde llegar con los apuntes, impresiones o explicaciones. Supongo que todo se verá más claro con el correr de las páginas y de las semanas...A ver qué resulta.

4 comentarios:

  1. Los antiguos héroes recibían tal consideración cuando conseguían regresar, sanos y salvos, del peligroso viaje al inframundo. La literatura de Pynchon no parece el Hades, pero sí lo suficientemente tortuosa como para que el juicio zozobre de vez en cuando. Muy interesante, la idea de estructurar un cuaderno de lectura de este autor. Hay que dejar constancia de los grandes acontecimientos y este servidor no se perderá ninguna de tus impresiones.

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    1. Te veo, cual Penélope esperando mi regreso...Espero eso sí, que el viaje no se extienda veinte años. Está tan lejos Ítaca...

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  2. Comprado. Con toda seguridad no lo leeré. Pero tampoco he leído el Ulises. Just, analfabeto efectivo. El párrafo de Entropía me pareció sublime. Está bien que haya cosas sublimes por ahí. Por aquí.

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    1. "Entropía" es un relato bellísimo del que muy probablemente no entendí ni la mitad (analfabeto de hecho), pero me gusta pensar que, en parte, es esa suerte de egoísmo con el mundo exterior lo que les transforma en piezas hermosas. No entender del todo la concatenación de palabras y hechos y, a pesar de ello, experimentar la íntima certeza de que se está en frente de algo maravilloso. Gracias por la visita y por el comentario :)

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