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lunes, 24 de julio de 2017

Siete casas vacías, 2015 (Samanta Schweblin)

He leído el último libro de cuentos de Samanta Schweblin.  

Para quien no lo sepa Samanta Schweblin es una escritora argentina nacida en 1978 y digna merecedora del IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero (2015). "Siete casas vacías" es el resultado del análisis profundo y preciso que Schweblin hace de una realidad que aunque cotidiana, siempre esconde rincones oscuros.

Aunque por un ejercicio de sanidad mental nos resistamos a observar el lado oscuro de las cosas, Samanta Schweblin se esfuerza por traernos de vuelta. Y lo consigue. A través de pequeños gestos, de ligeros cambios (en el orden de las cosas, en la luz que reflejan los objetos, en la vibración de ciertos sonidos), la autora nos enfrenta a lo enrarecido y lo inquietante, al lado B de una realidad siempre difícil. Porque Schweblin habla de cosas difíciles, de lo que nos define llegada una cierta edad, la enfermedad, la muerte, el temor a lo incomprensible, a lo desconocido, a lo potencialmente peligroso. Nos habla de cómo empaquetamos y procesamos el temor, de cómo lo ignoramos y de cómo, de pronto, este nos explota en la cara. No escatima en detalles, no dramatiza, sólo nos muestra lo que hay debajo con la naturalidad de un susurro muy similar al de nuestra propia consciencia. 

En "Nada de todo esto" una azucarera condensa la perplejidad de tres mujeres; una que recorre en coche las calles de un barrio residencial en compañía de su hija y otra que intenta recuperar algo que es suyo ¿Qué hay en el ambiente y en la ubicación de las cosas cuando la dueña de la azucarera entra a la casa de las protagonistas a recuperar su objeto perdido?, ¿qué hay en el sonido de los pasos de esa mujer que suena tan diferente a los pasos de las otras dos mujeres?, ¿por qué acabamos el cuento con esa profunda sensación de pérdida? 

En "Mis padres y mis hijos" sólo los niños y los viejos se salvan de la catástrofe, los adultos, los casados, los separados, los gastados, los destruidos, todos los demás, sufrimos la neurosis de una situación que requiere, otra vez (como casi siempre en los cuentos de Schweblin), de llamar a la policía para poner un poco de orden y de sentido común, de seguridad en un mundo que en tan sólo unos segundos parece venirse inevitablemente abajo, como si la fuerza pública fuera el único antídoto para conjurar los males subterráneos que nacen de ciertas acciones y de ciertas interpretaciones. En "Mis padres y mis hijos" la desnudez aparece como un acto oscuro y la incapacidad para definir con precisión la situación de tres personas que comparten hijos y vidas, como un hecho vergonzoso (¿quiénes somos?, ¿por qué estamos aquí?, ¿cómo seguir pensando que esto sí es una familia?), la desesperación como respuesta a una situación anecdótica primero pero que va mutando a terrible a la luz de nuestros propios miedos y prejuicios. 

En "Para siempre en esta casa" un hombre recoge una y otra vez la ropa de su hijo regada por el jardín de los vecinos. En el mundo de Schweblin (lo mismo que en su novela "Distancia de rescate"), la tierra, la naturaleza, una zanja, el jardín es donde van enterrarse las cosas enfermas o muertas, donde van a encontrarse ciertos inevitables horrores. Y es también el sitio final en que dos personas se encuentran en silencio cuando ya no hay nada (o tal vez habría demasiado) que decirse. 

La "Respiración cavernaria" es el único cuento de la selección que no me ha convencido del todo, es también el único cuento largo. Aunque se reconozca un trabajo bien hecho este cuento se alarga innecesariamente hasta perder la intensidad y la precisión que caracteriza a los cuentos anteriores. No estoy seguro de si se trate de una pieza anterior a los otros o tal vez iniciática, pero es evidente la diferencia en el manejo y en la dosificación de la información, el cambio en el ritmo y la consistencia de la trama. A ratos parece que la historia se le escapa de las manos y no llega a estar del todo claro dónde se dirige. Acá también hay muchos jardines y mucha oscuridad a pleno sol, muchos (demasiados) momentos en que el tiempo avanza o retrocede y una zanja a la que van a parar los restos de lo que pudo haber sido. 

"Un hombre sin suerte" es el bonus track que cierra la selección. Un bonus track que en 2012 ganó el Premio Internacional de cuento Juan Rulfo y que se agradece (profundamente) a los editores el haberlo incluido en el libro. "Un hombre sin suerte" es el perturbador relato de una niña que en el día de su cumpleaños número ocho debe desprenderse de sus bragas en un intento por salvar la vida de su hermanita. En esas condiciones, sola, sin bragas en la sala de espera del hospital, la niña conoce a un hombre, a un hombre sin suerte...

En los mundos de Schweblin hay muchas ventanas y muchos jardines, muchas puertas que se cierran produciendo sonidos más o menos estrepitosos, mucha observación desde aquellas ventanas, escenarios fabricados para producir la desconfianza hacia esos jardines siempre alineados, siempre verdes, sospechosamente perfectos. 

No de la misma manera ni con la misma intensidad de cuentistas como Amy Hempel, Schweblin también actúa como una precisionista, una que se detiene mucho en ciertos detalles pero sin agotar el lenguaje, que disecciona a capas con la naturalidad de un anatomista avezado en asuntos oscuros. 

Y al menos yo, espero con ilusión sus nuevas disecciones. 


"¿Me está diciendo que hay chicos y adultos desnudos y juntos?"




2 comentarios:

  1. Estoy leyendo "Siete casas vacías" y la verdad es que me parece fascinante. No había leído nada de escritores argentinos c9ontemporáneos pero me alegro de haberla encontrado. Ojalá puedas comentar más libros de ella.

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    1. Me pasó algo parecido la primera vez que leí sus cuentos, me impresionó la capacidad de Schweblin de mostrar el aspecto oscuro de las cosas cotidianas, y la verdad es que no debe ser algo fácil de lograr, debe requerir de un trabajo y una capacidad técnica bastante elaborada. La escritora tiene una novela corta "Distancia de rescate" en la que lleva ese lado oscuro hasta un límite que produce bastante miedico... y que sí, que sería estupendo poder reseñar. Gracias por pasarte por aquí.

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