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lunes, 19 de marzo de 2018

El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon (parte 14)

Páginas 177-187 (última actualización en marzo de 2019).

Parte 14: Sobre Slothrop y el horror de las chuches británicas.


Además de algunos interesantes aspectos de La Visitación Blanca (...ese pabellón de chalados...), en la parte 11 conocimos la intención de los altos mandos de someter a Tyrone Slothrop a una nueva prueba proyectiva. Esto mantendría a Slothrop ocupado, y puede que a las calles de Londres libres de la caída de cohetes por algún tiempoEl teniente iba a pasarse esa séptima navidad de la guerra fuera de circulación, bajo los efectos del amital sódico o de cualquier otro suero de la verdad, sumergido en ese subconsciente suyo tan lleno de secretos. 

Pero por alguna razón está de vuelta antes de lo programado...

Slothrop regresa a las calles de Londres, a su oficina en la ACHTUNG, a los esperados encuentros con sus chicas londinenses y a su mapa. Y aunque a simple vista todo sigue como siempre, desde su regreso percibe sutiles cambios, ligeras modificaciones, anomalías que le ponen en alerta...
"Las cosas de su escritorio, en ACHTUNG, parecen no estar donde estaban. Las muchachas han encontrado disculpas para no concertar entrevistas con él [...]. Hasta en el cine siempre hay alguien detrás de él que tiene la precaución de no hablar, estrujar papel o reír de modo demasiado ostensible: Slothrop ha visto demasiadas películas para no advertir enseguida una anomalía de esta clase."
En mi imaginación, Darlene tiene más o menos este aspecto...
Slothrop recorre las calles en un estado de constante paranoia, ¿le siguen?, ¿le vigilan?, ¿está (si es que eso es posible), en un mayor estado de peligro? 

Y así va y en esas cosas piensa mientras vigila sobre su hombro en cada esquina, cuando tiene lugar un encuentro con tres nuevos personajes; 1) Darlene, 
la exuberante, dulce y emotiva Darlene, 2) la desvalida y demasiado escorbútica señora Quoad, y 3) las horrorosas "jaleas de vino" (wine jellies), un delicioso manjar británico que está a punto de matarlo. 

Darlene es una de las chicas con que Slothrop busca hacer un poco menos tristes las solitarias noches de la guerra. Darlene es una estrella plateada en el mapa de Slothrop, y cuando se encuentran casualmente en la calle todo entre ellos es mimitos y calor. Darlene invita a Slothrop a casa de la señora Quoad, donde sirve de acompañante y enfermera para las innumerables y pasadas de moda dolencias de la anciana. Ambas mujeres, encantadas con la visita, ofrecen al teniente verdaderos lujos en tiempos de guerra; caramelos y té, o lo que el pobre Slothrop, acostumbrado al extra azucarado sabor de las chuches estadounidenses, experimenta como el ataque del Desagradable Ejército del Dulce Inglés. Los caramelos británicos, bombas de sabor que nunca tienen más de dos nombres, como las descripciones de venenos y gases debilitantes que se encuentran en los manuales de entrenamiento, colapsan las vías respiratorias de Slothrop y están a punto de hacerle perder el conocimiento.

Una de las chuches es una réplica exacta de 1/4 de una granada de mano tipo Mills, con palanca, pasador y todo lo demás, un dulce patriótico de los muchos que se preparaban antes de que el azúcar escaseara tanto...


"Bajo su glaseada capa de tamarindo, la bomba Mills resulta ser una especie de empalagoso turrón con sabor a pepsina, colmado de fuertes y picantes bayas de cubeba acarameladas con la parte central llena de goma de alcanfor masticable. Algo inenarrablemente espantoso. A Slothrop empieza a darle vueltas la cabeza con los vapores del alcanfor, le lloran los ojos, su lengua es un holocausto desesperante.¿Cubeba? Él solía fumar eso."


Y por poco se libra de tener que probar la chuche más poderosa; el Fuego del Paraíso, aunque afortunadamente para él ese sea un manjar casi imposible de encontrar, funcionalmente extinguido en 1945...De todas formas, si en algún momento lo pensó, si acaso entre su asfixia, el escozor de sus ojos y su paranoia, Slothrop llegó a sospecharlo, Darlene no intentaba matarlo. Lo de las chuches no era más que una muestra del horroroso gusto de los británicos por el dulce. 

Así que ya que está, Slothrop aprovecha que sigue vivo y se olvida de todo por un momento, del horrible sabor de las chuches, del horroroso amargor del té, de su paranoia para irse a la cama con Darlene. Y entonces ocurre otra vez. Un cohete V-2 alemán estalla muy cerca de donde se encuentran. El ruido es ensordecedor, las paredes se vienen abajo, la luz les ciega por unos segundos, Slothrop experimenta una repentina y dolorosa erección...¿Y dónde, mantenedores de mapas, especialistas en vigilancia, diríais que caerá la próxima bomba? se pregunta un observador misterioso desde los escombros.









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