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jueves, 28 de enero de 2016

El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon (parte 7)

Páginas 71-87 (última actualización en marzo de 2019).

Parte 7: Sobre el nada espiritual Edward W.A. Pointsman.



Al otro lado del Támesis Jessica y Mexico buscan a un viviseccionista; el doctor y pavloviano Edward W.A. Pointsman. Al llegar a su encuentro Jessica Swanlake y Roger Mexico descubren que una bomba V ha destrozado el laboratorio del doctor. Una frenética y divertida escena tendrá lugar en este momento, una que contrasta con la magnitud del desastre; todo se ha venido abajo, los objetos cotidianos se han vuelto peligrosos, cortantes, perforantes, amenazantes sobre las partes blandas de los cuerpos. 

Algunas de las cosas que han quedado por allí también abren otra clase de heridas, íntimos deseos en la mente de Jessica. Es difícil caminar entre los escombros. 


"La bomba V, cuyas mutilaciones él rondaba, había derribado cuatro viviendas algunos días atrás, exactamente cuatro casas, con la misma precisión de una intervención  quirúrgica.  Se  percibe  el  suave  olor  a  madera doméstica  derribada  antes  de  tiempo,  a  cenizas  empapadas de lluvia."(página 72)



Casa en que nació Pavlov
Llueve, la noche es oscura y es fría, y para el pobre perro que se esconde entre los escombros del laboratorio destruido, huir es un asunto de vida o muerte. 

Los perros (y puede que esto sólo sea una metáfora), son los elegidos para los experimentos pavlovianos del doctor Pointsmann. Los que caen en sus manos van por ahí con los músculos al aire, con catéteres que cuelgan al costado de sus caras, las mejillas y otras partes de sus cuerpos como campos de batalla y de experimentación. Mexico ayuda a Pointsmann a acorralar al perro mientras Jessica, sin atreverse a pensar demasiado en destino del pobre animal, fuma y espera a que todo acabe.

No habrá suerte para Pointsmann. No al menos esta noche.

En este pasaje el narrador continúa el relato desde la vista y el pensamiento. La sordidez y la intensidad del ambiente se describen a través de diálogos íntimos que ocurren casi en susurros, secretos develados por voces interiores, narraciones en segunda persona. Aparecen estructuras gramaticales poco usuales y cacofonías que, sin embargo, no alteran la fluidez ni la musicalidad de las frases. Todo lo contrario, la intensifican al alinearse con el entorno, al ser un reflejo del ambiente que pretenden describir. 


"Giran hacia el sur. Las luces brillan, acogedoras, en el tablero de mandos del coche. Los proyectores de vigilancia escudriñan el lluvioso cielo. El débil vehículo retiembla por las carreteras. Jessica va sumergiéndose en el sueño; cruje el asiento de cuero cuando ella se encoge. El limpiaparabrisas aparta la lluvia trazando rítmicos y brillantes semicírculos. Son más de las dos: hora de ir a casa."(página 78)




Luego del incidente del perro Pointsman se dirige hacia el hospital de Santa Verónica, allí le espera el doctor Kevin Spectro. Entre ronda y ronda, mientras Spectro clava jeringuillas, atiende a los niños de la guerra y reparte frases tranquilizadoras y falsas, ambos se reúnen para hablar; de la guerra, de la muerte, de cómo experimentan con animales y personas, se cuestionan, se castigan; se justifican. Slothrop es un tema recurrente, ¿quién es?, ¿qué es?, ¿a qué ley de la física desafía?; ¿Es realmente la explosión del cohete lo que Slothrop detecta, o es esta despolarización, esta "confusión" neurótica que llena las salas esta noche?. Para ellos como para nosotros, Slothrop es un misterio.

Aquella noche la mente de Pointsman transita también por otros territorios. Escucha a los niños durmiendo en la sala contigua; sus quejidos apagados, sus palabras a media voz, su necesidad de consuelo, mientras su alma se llena de una sensación nada espiritual, del deseo inenarrable de meterse en sus camas. 

Sí, Pointsman tiene mucho en que pensar. Pointsman imagina a los niños de la guerra envueltos en sus sábanas virginales, los ve llegar en trenes a la estación de Santa Verónica, los espera, los observa, los engaña con su amabilidad. Tal vez aquella noche tampoco haya suerte en eso para Pointsman, pero otros trenes llegarán, decenas de otros cargamentos de niños perdidos, hambrientos y desconsolados se detendrán en la estación, y Pointsman estará allí para darles la bienvenida.







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